sábado, 4 de agosto de 2007
Microrrelato 1
Había bajado a la calle Juan Rejón, maldito nombre, a comprar la prensa de domingo. Caminó contrariado por la resaca, se detuvo frente al semáforo que está junto al mercado, al lado del puesto de flores amarillas, y recordó el aliento del beso húmedo de la noche de ella, el desconcierto de los gritos entre la música del bar, el dolor del puñetazo sobre su rostro, el sabor de la sangre derramada, el bullicio de la gente corriendo alrededor, la figura de aquel desconocido amenazante, la frialdad de hielo con la que se levantó, la mirada incrédula con la que observó… No recordaba como había llegado a su casa. Había bajado a la calle Juan Rejón, maldito nombre, a comprar la prensa del domingo, en la tienda de Rogelio y de Marina, compró Canarias 7, pagó sin decir nada y regresó. Se detuvo en el semáforo que está junto al mercado, junto al puesto de flores amarillas, abrió el periódico y leyó la noticia de la muerte a puñaladas de un muchacho en una pelea durante la noche en un bar. Agitado por la noticia, a duras penas, por la resaca, recordó el aliento húmedo del beso de ella, el desconcierto de los gritos entre la música del bar, el dolor del puñetazo sobre su rostro, el sabor de la sangre derramada, el bullicio de la gente corriendo alrededor, la figura de aquel desconocido amenazante, la frialdad de hielo con la que se levantó, la mirada incrédula con la que observó… Vomitó justo delante del puesto de flores amarillas, apoyado en el semáforo que está junto al mercado… Se sintió aliviado por el recuerdo, cruzó la calle Juan Rejón, maldito nombre, volvió a su casa ahora aliviado, a pesar de la resaca, a leer la prensa del domingo.